miércoles, 13 de mayo de 2015

Las estrellas brillan más en el sur

Bien sabe el tiempo que dos que se aman forman un núcleo que hace brillar a la tristeza si se parte.
Tentativamente, y es mi obligación afirmarlo, las estrellas brillan más en el sur.
Cuánta gloria desparramada en cada regreso, en cada voltereta asombrosa.
No sé qué pase en el norte, si bien el brillo es un fenómeno subjetivo. Alguien tiene que producirlo. Alguien recibirlo. Alguien enunciarlo.
Porque hay poco que decir en una noche sin estrellas; que la memoria sirva de ejemplo.
El primer dragón que habitó este planeta se llamaba Brokaer. Nadie pudo matarlo: murió por causas naturales de edad avanzada, sin causar problemas. Es mentira que los dragones causen problemas; de naturaleza cálida y ermitaña, son criaturas de espacios infinitos a las que poco les gusta ser molestadas. Sólo hay que acostumbrarse al fuego.
Bien, es verdad, a veces queman, pero es que, tentativamente, las estrellas brillan más en el sur. Sobre todo en el sureste. Astros de helio que se parte en dos, por eso brillan: partirse en dos produce brillo, aunque también lastime.
Así es brillar, cuesta.
Intentar acabar con un dragón garantiza caos. No porque al dragón le importe, sino porque es imposible. Perseguir lo imposible garantiza caos. Y fuego que a veces quema.
Tentativamente, repito, las estrellas brillan más en el sur. Y digo tentativamente porque nunca falta quien se atreve a sostener lo contrario, y qué difícil sostener lo contrario al brillo austral de una estrella, mucho más de varias. Quizás matar a un dragón sea lo contrario al brillo de una estrella. Quizás no.
Broaker dio a luz a dos dragones más, de nombres desconocidos, que se encapsularon en una disputa amable por el territorio que cada uno habitaría; los dragones son seres territoriales. Ambos querían el sur, pero el sur no es para todos. Dicen que ahí las estrellas brillan más.
La disputa generó miedo entre las personas, que entonces eran muy parecidas a las de ahora, tal vez con los mismos pretextos para enojarse: dragones, y tal vez con los mismos para temer: perder el brillo de una estrella. Aceptar lo efímero.
Intentaron matarlos, se inventó el fuego.
Dicen que los dragones nacen de un amor que se parte y que da brillo a un lugar oscuro y desconocido. Quizás el brillo de una estrella sea la vida de un dragón. Quizás de dos.
Tentativamente, siempre con la posibilidad de que sea de otra manera, las estrellas brillan más en el sur.

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