miércoles, 14 de diciembre de 2011

Desintegrar

Como si cualquier cosa, un millón y medio o más de pedazos reclaman independencia. Había escuchado que el todo está contenido en cada una de las partes que lo componen. Alguna parte de mí lo escuchó antes de hacerme pedazos.
Vi por ahí una estrella brillar, de noche. También vi la luna. Seguí una brisa marina estando en la ciudad, y cuando llegué al mar sentí la prisa de querer regresar. Y reventé. Qué sensación la de reventar en un millón y medio o más de pedazos, como si cualquier cosa, como si un juego.
Escuché por ahí un pájaro cantar, de día. Y me pregunté por qué cuando las cosas que hacen sonidos indescifrablemente parecidos a los que hacemos cuando sentimos tal y tal otra cosa creemos que la fuente del sonido siente tal y tal otra cosa. Como si humanos.
En la playa vi olas haciendo espuma.Vi también espuma deshaciendo olas. Pensé en lo que sube como la espuma y que termina siempre desapareciendo, convirtiéndose en un millón y medio o más de pedazos de un todo sin partes. Aire, que más bien recuerda a la nada.
Trataba. Esperaba que algo grandioso sucediera mientras me mantenía impávido. Fue sólo espuma.
Qué triste. Pensé en la ciudad mientras miraba al mar. Fue entonces cuando vi una estrella brillar. Y la luna. Qué triste no poder ser como el mar: nunca cansarme de aparecer y desaparecer estando siempre ahí. De hacer espuma y de ser infinito sin ser nunca el mismo. Fue entonces cuando escuché el canto del pájaro y no me permití pensar que estuviera expresando alegría: expresaba pajarez. En todo caso, expresaba pajarez. Me sentí pájaro y expresé mi propia pajarez silbando.
Luego toqué el mar. Permanecí dentro tanto tiempo que, cuando quise salir, tuve que convertirme en espuma.
Brillar en pedazos para encontrar la oscuridad. Silbar muy fuerte para sentir la comodidad del silencio que le sigue a la fuga vehemente de una idea que se escapa haciendo cualquier sonido. Porque, como la oscuridad, hay cosas para no ver; como el silencio, hay cosas para no entender.
Como si aire. Como si un pájaro cantara. Como si el mar se hiciera espuma y dejara de ser mar. Como si la espuma desapareciera. Como si no quisiera. Como si nada.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Palabra, semilla y agua

El flujo salió del interior de una cueva maltratada por el paso del tiempo. Pero, una vez fuera, fue capaz de convertirse en agua cristalina. Tocó todo cuanto a su alrededor estaba, permitiendo que las montañas se revistieran del verde que tanto extrañaban mis ojos.
Había pasado mucho tiempo en silencio; sin embargo, el verde fue suficiente para permitir que del interior de mi propia cueva, quizás también maltratada, emanara un dicho penetrante que también me haría reverdecer. "Todo emana del centro", dije. "Y, aunque el interior pueda desgastarse, el agua siempre encuentra su caudal".
Sobre la orilla del río, dejé que mis pies hicieran contacto con la corriente. Poco a poco fui adentrándome más y más. El agua que mojaba ahora mi propia semilla, sabía, me encontraría más verde la próxima vez que nos viéramos. Salí entonces y me dispuse a dar un sorbo de ese líquido que de algún lado venía y que hacia algún lugar —no importaba cuál— fluiría.