miércoles, 11 de marzo de 2015

Plataforma

¿Cuánto tiempo me comió un monstruo verde disfrazado de aliado enemigo? Extraño la solución solitaria: calmante para escapistas. Desesperado por salir de todo lo que causa dolor, fumaba con ahínco todas las noches lo más que podía hasta quedar dormido. Ahora no puedo. Salí volando de la plataforma, sólo tres saltos fueron necesarios para terminar amarrado de pies y manos.
He repetido hasta el hartazgo que ya no conecto como antes. Antes, es verdad, no existe.
Aunque me han desatado, permanezco tieso: algo en la conciencia se murió; se fue muriendo salto tras salto, error tras error. Y el caparazón apenas se mueve ahora, como si del interior algún nuevo brote quisiera emanar.
Pero no, todo está bajo control, dicen los especialistas; todo está "bien". Que qué bien me veo, dicen. Como ya no veo nada, dicen que me veo muy bien. Como ya no siento nada, dicen que me siento bien. Como ya casi no escucho, dicen que se me escucha de maravilla. ¿De qué rencor emanan los pensamientos intrusivos que reprimo a diario?
Miro a mi alrededor y no encuentro lo que antes encontraba mirando hacia dentro. Fijé mi mirada al firmamento. Voy y regreso.


La urgencia de regresar me avisa que, aunque sea a rastras, si me aviento hacia delante, algún día volveré a hacer contacto con la brisa submarina de la intocable felicidad.
En un espacio, despacio, se encuentra una promesa que aún no se ha anunciado. Los avances de la ciencia me esperan para determinar si algún día he de volver a ser persona y no un espectro espantoso de dolor. Mi otro yo me dice que sólo soy uno, y le creo.
¿No estaré exagerando? Sólo la experiencia interior de la dualidad puede decir qué está bien y qué está mal. Soy un fenómeno único: un sutil punzar subjetivo que se enclava en en alma. Qué es el después sin un antes con el cuál pueda comparársele. Sí, pues, exagero. Pero, ¿quién me explica el silencio? Hasta pronto, solitario. Ha de ser que me hice adicto al café.


Sobre el escritorio, una taza de café alumbra lo que pintaba para ser un prodigio y ahora espera una ficción adjetiva. Algunas noches regalan pedazos de vida condensados en sueños. Soles disfrazados de lunas para ver de cerquita sin que se quemen los ojos. Le llamaré la llamarada de planeta ficción, por decirle da alguna manera. En este lugar de la imaginación el tiempo se detiene. Me permite recrear los agostos de los tiempos en que no había prisa. Espero con ansiedad dormida a que llegue agosto, promesa de cambio.
Qué chispa inició las ganas de ser otro. Cuando no había antes con quién comparar. Ojos completos sin resquemores de fatalismo ni desesperanza. El Sol era Sol y la luna era satélite nada más. Las metáforas eran sueños de olvido y las analogías servían para entender explicaciones que pronto se disolvían en el éter de la inocencia. Pensaba en respirar para no dejar de hacerlo, y me sentía tenso. De ahí a la escuela y de ahí a la obsesión. No sé que sueño cambió mi película interior y qué Pablo me prohibió su amistad, extrapolándose al mundo.
Así se resquebrajó mi realidad, se fue haciendo compleja entre humos grises que anunciaban la llegada de dificultades anónimas que convertirían todo en polvo ajeno. Ahora me veo suspendido en un tiempo difícil. Es mi realidad.


Mi realidad tiene llagas cuando se le mira de cerca. Es una plataforma quieta. Flota muy alto; tan alto que sus habitantes se avientan al vacío con sonrisas en la boca: no quieren vivir ahí. ¡Es un sueño! Estoy por darme cuenta: ya me di cuenta. Me miro las manos en todo momento. Cuento los dedos para atesitguar si el tiempo avanza o retrocede o se detiene.
Ya todas las noches sueño que sueño: puedo hacer lo que quiera, pero no hago nada: floto en la diversidad de la nostalgia.
En la adversidad de la catarsis. ¿En dónde está el tapón? ¿A qué mástil me até? ¿Qué canto prohibido quiero escuchar?
Mis llagas tienen realidad cuando se les mira mal. A veces les pierdo el asco y las comparto. Sigo atado. Maniatado.
Dicen que si me suelto regreso a la locura: la llamarada de planeta ficción. Qué extraño, la extraño. Entre sombras y realidades me precipito en lo que no se puede tocar. Me encuentro perdido en un agujero negro para siempre; el único punto de contacto es una pequeña pastilla que me seca por dentro y me seca por fuera. Soy un cascarón de piel y hueso.
A veces siento que estoy en coma, y que mis movimientos son los de una máquina que dice: no me desconecten, ¡voy a resuscitar!.


Tal vez sea que una vez intenté suicidarme en el mar. Mi cuerpo estaba en tierra firme; mi mente flotaba en la luna, lejos. Me metí a nadar para alcanzarme. Seguí la luna porque hay ocasiones que no se repiten. Brotes de esperanza para pescar sueños lúcidos que ocurren una sola vez. Soñar estando despierto es la experiencia de la locura. Palabras sueltas: virus, destrucción, realización, esperanza, malestar, Dios, demonios, salvación. Todo cabe en una botella sabiéndola arrojar al mar. ¿Habría tiburones? Tal vez sea que una vez quise destruir lo que más me ha amado jamás, la mitad de mi vida. Una vez me convertí en tiburón y nadé en el aire de un sueño dentro de la realidad y le quise sacar los ojos a Dios para irme al planeta del terror y reinar con la victoria de quien no le teme a nada ni a nadie, más que al propio miedo. Inventé una máquina de movimiento perpetuo. También inventé la canción más bonita del universo. Me despertaron en una ambulancia.
En el mar de mazatlán hay sirenas. La locura es un regalo divino: es el hambre de Dios. Un día conocí una sirena, aquél día que el humo prometió quedarse atrás para siempre y regresó, cíclico, a enloquecerme más. Hay hambres que comen hambre.


Soy un alma sensible que quiere escuchar tanto que se ha quedado medio sorda. Soy un alma muda que quiere aprender a hablar. Cuando los miro a los ojos veo el universo, pero no sé qué miren ellos. Es lo mejor que puedo explicarlo. Soy un espejo de una sola dirección: sólo sé recibir. Mi hambre es de dar, y por eso sufro, porque me he quedado encerrado en el centro de una botella a la deriva.
Contengo solamente un mensaje, pero no lo sé expresar. Por eso expreso mensajes sueltos que no se concatenan entre sí, para ver si quepo en los días que se acumulan poco a poco hasta llegar a agosto (y más allá todavía).