jueves, 29 de julio de 2010

Pragmatismo craneoencefálico

Decía el poeta mexicano Jaime Sabines que la luna a cucharadas —o como cápsula, cada dos horas— es un remedio estupendo para aquéllos que se han intoxicado de filosofía. Pero ¿y si no hay luna? Puede ser de día o puede estar la noche muy nublada o puede darse el improbable evento de que haya luna nueva. Para estos casos ofrezco una receta alternativa.
Entendamos primero lo que queremos decir con intoxicarse de filosofía. Debido a que tal enfermedad tiene muchas causas diferentes y, por lo tanto, muchos síntomas disímiles, creo conveniente reducir la definición a esos pensamientos cíclicos y recurrentes que le hacen preguntarse a uno si en verdad la vida significa algo. Es un hecho contundente que no puede ofrecerse una única solución ante tan nociva conclusión, pero existen alternativas simples que nos pueden regresar, poco a poco, de casi cualquier espiral de desolación generada a partir del pensamiento.
1. (La duda existencial) Golpea suavemente tu cabeza contra la pared. Es importante que los golpes sean muy suaves y cadenciosos, pues un enfermo de filosofía podría aprovechar el consejo para privarse de la vida o, de menos, para intentarlo. El suave golpeteo brinda la certeza de que el mundo material en el que vivimos es real: nadie puede atravesar las paredes.
2. (La insignificancia del ínfimo ser humano) Consigue el acceso a un microscopio potente o, de menos, navega por internet buscando las formas más diminutas de materia en la tierra (ya sea viva o muerta). Quizás los electrones en un átomo, al darse cuenta de nuestra enorme existencia, también se pongan tristes al saber lo pequeños que son, pero míralos: no por eso han dejado de moverse.
3. (La paradoja de la verdad) Es verdad que la verdad es relativa, pero este es un argumento insostenible. No se aguanta: se dice y solito se desdice. Sí, pues, que tú puedes decidir cuál es la verdadera verdad. Pero recuerda que no vives sólo, ¿no será más fácil creer que la verdad es ésa que la mayoría acepta como tal? No dejes de dudar, claro, pero dale dirección a tu duda, no la hagas explotar en sí misma.
4. (Ética) Si, tras mucho darle vueltas, llegas a la conclusión de que no es posible hablar de una ética universal, aprende simplemente a respetar a los demás. Y ¿qué es respeto? Hacer lo que te pidan que hagas, siempre que quieras, y evitar lo que te pidan que no hagas, siempre que puedas. Recuerda que tu libertad termina donde empieza la de los demás.
5. (La libre voluntad) Acepta la posibilidad de estar viviendo una vida escrita por alguien más (eso que se conoce como destino), pero sólo como una posibilidad. Date cuenta de que, por más que lo intentes, no te será posible (al menos no a lo largo de toda tu vida) corroborar la certeza de esta posibilidad. Acepta, entonces, la posibilidad de estar viviendo una vida que, segundo a segundo, escribes tú mismo. Luego sólo decide cuál de las dos ideas te parece más cómoda.
Si no consigues ubicar tu enfermedad filosófica en alguna de las cinco categorías anteriores, sal a correr todos los días durante quince minutos escuchando tu música favorita. Si te da flojera, quiere decir que no estabas realmente tan intoxicado.
Haz lo que quieras, pero hazlo.

martes, 27 de julio de 2010

Viaje en hipopótamo

(Acompaña estas palabras con una bonita música y acompáñame en este viaje, artístico lector)
Otro viaje en hipopótamo
No sé cómo me subí
Pero lo hice con cuidado
Ahora que se mueve y voy por ti
Tengo el cráneo bien pensado
Voy viajando en hipopótamo
No me canso en hipopótamo
La bajada ya no duele, pero es extraño caminar
Quizás me aleje un poco, quizás no vuelva más
Porque viajo en hipopótamo
Sigo, sigo en hipopótamo
Ni le digas ni lo intentes, pues ya no quiere descansar

Diablo

Lo hacíamos. Ella me daba la espalda (me daba mucho más). Yo de frente (a su espalda). Y así, de espaldas, me volteó a ver y me dijo: "Soy el diablo".
No lo entendí, hasta hoy que desperté, pues recuerdo con gran lucidez ese sueño. Me gustaría que hubiera sido el último, pero es imposible saber. Los sueños manifiestan una voluntad ajena a nuestra voluntad, y lo más sensato es respetarlos.
Plagado de simbolismos dignos de una interpretación psicoanalítica, me he ido por el camino más fácil al decidir interpretarlo tal como lo recuerdo. Era el diablo entonces, mientras lo hacíamos y me volteaba a ver; fue el diablo ayer, en un sueño que me permitió despedirme, pero parecía que los dos queríamos más. Por eso desperté.
Abrí los ojos de par en par. Se me abrieron y, al azar, sonó la alucinación auditiva más clara. Era Panteón Rococó. Mira a la rubia, mira al demonio, mira a los dos bailar. Entiendo ahora. No es que ella fuera el diablo entonces; ni siquiera que lo sea ahora. Pero la mandó el mismísimo diablo, con quien todas las noches baila.
Y yo que sigo buscando a Dios.

domingo, 25 de julio de 2010

jueves, 22 de julio de 2010

Tú, sin nombre, por respeto (a los dos), pero tú.
Con cara, la cara que te veo y que me imagino, con esos aretes y con la tinta tan cerca de ellos.
Tú, sin nombre y yo que te quiero nombrar. Tú, y lo que me imagino que me has querido decir. Y yo ahora te imagino escuchando lo que me has imaginado decirte.
Tú, con o sin futbol. Tú, con o sin cigarro. Tú, con o sin invaginaciones.
Tú, hombre, tú. Tú: tú, porque aunque te quiera nombrar necesito que me nombres primero. Yo, y luego ya tú, para que seamos los dos.

miércoles, 21 de julio de 2010

Bob el borrego incendiario

Bob es un borrego como cualquier otro, salvo porque tiene, en lugar de pezuñas, manos.
Bob, que siempre tiene a la mano una pequeña caja de cerillas, decide que es tiempo de incendiar el mundo. Maldito borrego incendiario, me dirán, piensa Bob; pero eso a él no le importa, y así comienza a deshacerse de lo que le estorba, comenzando por el mundo: lo quema.
Lástima que el pendejo viva en una jaula. Bob muere asfixiado.

Apología de la soledad

Sólo solo me encuentro, me dije, me pensé. No hay defensa, ni escrita ni en acciones, para estar tanto tiempo acompañado. Pero eso quiero cuando estoy conmigo; y cuando no —cuándo no— sólo quiero estar solo. Por eso me defiendo dándome en la madre.

martes, 13 de julio de 2010

One love

How'd you know she's the one if she's left you? If she were actually the one, you'd be with her by now. How many ones are there in one's life? Only one, perhaps, you feel it when you find her. But if she's gone, then there ain't no one.

lunes, 5 de julio de 2010

Digital life outside the shell

And if the word digital, in this crying-for-an-analogy, digital world, means anything, its meaning would be you: digital, untainted love ideal. But you, love, my love, do not exist outside of my digital lie.
Here you are, as an assumption, as an everything, you are my whole, even if you are empty.
Fully mindful I choose to think of your outer, absent-minded, real-virtual life. If anything means something, then anything—perhaps everything—lies in you. In me, this absurd need of doing while not doing anything at all.
Nihil for which you must stand. Absolute emptiness that will arise for something bettter, for something else.
Stand out, you must. While breathing in and out, while listening to the The Godly Voice of all possible godly voices in the world. World, you are mine, too, as you leave.
It is Nihil in your steps as it is nihil in my hands. Nihil for my fay, thus, nihil from our time.
Just nothing. As if anything mattered anyway. Nihil, as if it were just a scam.

Emancipation

Emancipated from your own bloated lack of a voice. (With a dot, exactly the one which your lives need.)

Mamando pájaro

Surge a partir de la idea de volar, pues la anterior siempre se va volando. Surge a partir de la confianza; de lo que nadie te puede decir cuando no dices nada.
Así, cuando uno se dispone brutal, breve e intensamente a mamar pájaro, no existe fuerza en este pájaro mundo que pueda impedirlo.

Nada

Una playera predestinada, antes de conocer su destino, a decir "nihil", a terminar en nada.
La usé, sin nada, siempre en blanco, aunque era azul.
Sin impresión, sin cumplir su destino, desaparece para pasar de decir nada, a ser algo con —sin— nada, a ya no ser.
Ahora, ya sé, es, no sé dónde, nada.

Cráter dérmico

Todos, también, todo. Como si fuera, acaso, diferente.

Vidrio

Mordí el vaso para poder saborear mejor el vidrio. Se rompió y me cortó la lengua.
Del sabor del vidrio sobre mi lengua, que terminó en la mesa, apartada de mí, al sabor de la nada —y yo sin ella, yo, ya, sin —.

domingo, 4 de julio de 2010

Primer trago

Y no sabe a nada. Después, mientras lo digo, un ligero sabor amargo como recuerdo de éste, el primer trago. Pero al final, igual que durante o al principio, no deja de ser totalmente nada.