martes, 27 de julio de 2010

Diablo

Lo hacíamos. Ella me daba la espalda (me daba mucho más). Yo de frente (a su espalda). Y así, de espaldas, me volteó a ver y me dijo: "Soy el diablo".
No lo entendí, hasta hoy que desperté, pues recuerdo con gran lucidez ese sueño. Me gustaría que hubiera sido el último, pero es imposible saber. Los sueños manifiestan una voluntad ajena a nuestra voluntad, y lo más sensato es respetarlos.
Plagado de simbolismos dignos de una interpretación psicoanalítica, me he ido por el camino más fácil al decidir interpretarlo tal como lo recuerdo. Era el diablo entonces, mientras lo hacíamos y me volteaba a ver; fue el diablo ayer, en un sueño que me permitió despedirme, pero parecía que los dos queríamos más. Por eso desperté.
Abrí los ojos de par en par. Se me abrieron y, al azar, sonó la alucinación auditiva más clara. Era Panteón Rococó. Mira a la rubia, mira al demonio, mira a los dos bailar. Entiendo ahora. No es que ella fuera el diablo entonces; ni siquiera que lo sea ahora. Pero la mandó el mismísimo diablo, con quien todas las noches baila.
Y yo que sigo buscando a Dios.

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