jueves, 2 de abril de 2015

Motivos para seguir

La manifestación de un peso más grande que la fuerza para cargarlo mistifica las ganas de enfrentarse a la vida. Todo lo que cabe en una pregunta de mal gusto: ¿La vida se abraza o se enfrenta?
Abrazarla es la fuerza que arroja hacia la promesa de lo infinito, luego se termina. Concentración espiritual, cuando el poder del universo, que empuja y jala, se detiene. Belleza disfrazada de confusión y las ganas de no permitir que la oscuridad impere.
Enfrentarla es caminar con los pasos automáticos de un ciego corazón atrapado.
El gusto es lo que impulsa a desentenderse del árido camino y humectar la sequía con razones efímeras que escalonan la vía de lo duradero.
Necesito una motivación ulterior. Perdido, volteo y me imagino: está en mi recuperación.
El miedo me toca los ojos y mi mirada se convierte en un túnel de oscuridad horizontal. Lago de fronteras infinitas. Mundos castigados: suspendidos sin tregua.
Pero al desprenderse la costra de lo punitivo se ajusta la mira y aparece la luz dentro del túnel. El final ya no existe. Las fronteras que delimitan lo difuso anuncian una tregua: una sonrisa de intención accidental.


Su complejidad es tan simple que cabe en el tiempo que vive una hormiga. Un día sabré cuánto.
Y dentro del caos que trazan mis palabras encuentro la forma: hay motivos para seguir. Avanzar. No parar.
Qué importa lo que no importa cuando el corazón se detenga.
Algo encuentro en su sombra que prohíbe lo posible con vitalidad casual. Permite lo imposible: no es secreto que el secreto sea encontrar cómo. Que la respuesta no sea qué, sino quién.


De cerca, te hablo de tú.
Preguntas que mueves y detienes. Un golpe en el pecho avisa: al corazón se le persigue hasta el agotamiento.
Tu don es el de la teletransportación: calor invernal que anuncia cambios insospechados.
Desaparición calculada: te muestras en un sueño a pesar de los estorbos y de las amenazas. Vamos: te espero.
Eres el sentido de desentrañar lo absurdo.
Te encuentro y, perdido, te miro con admiración, te escucho con atención, te toco con precaución. Plan arbitrario que permite adivinar: si no puedes caminar, vuela.
Una cortina vieja que, desgastada por los años, baja poco a poco; lo suficiente para anunciar un final en suspenso: es momento de cerrar, pase lo que pase.
De su ausencia derivo algo divino, y me imagino que el gusto de vivir me abraza. Encuentro aire fresco para inhalar de nuevo.
Exhalo sobre membranas fantásticas y algunas burbujas que se convierten en agua nada más tocarlas.
Con tus manos toco el tiempo y me mojo en un nuevo espacio para respirar.

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