viernes, 19 de diciembre de 2014

Propensión

Quiero pronunciar tu nombre, letra por letra, para volver a sentir cosquillas en el deseo, como la primera vez, pero ya se me acabó la gasolina. Tengo que cambiar el juego, tengo que pensar la actitud.
Antes sin querer jugué a ser dios, y antes de eso a ser normal, como tres o cuatro veces, y de las dos terminé cansado. No soy un dios normal: por que ni soy normal ni soy dios. Solo tengo una propensión.
A qué.
Tras cada vuelta, los agujeros de la conciencia me alejan de la gente que me procura lugares seguros en el plano infinito de ideas que son puentes lejanos. Y yo, trampa tramposa, me conjuro en la magia de la soledad.
Ahí me esperan.
He pronunciado, con intenciones místicas, cuatro nombres que abren, de par en par, las puertas de los deseos delirantes de la enfermedad mental: salud catatónica.
Me detuve.
Y quería mover los pies pero estaba en un sueño que, por decreto, indicaba que algo malo debía ocurrir; aunque con ojos abiertos, aun falta para que el cuerpo despierte: parálisis.
¿Hacia dónde habría que moverse? Ninguno de los nombres pronunciados era indicación cautelosa de puerto seguro.
Tierras nebulosas y humeantes. Sueños lúcidos.
Ilusiones convertidas en antesalas de nosocomios psiquiátricos que, bien, se desvanecerían para dejarme a solas.
¿Sería cierto? ¿El sufrimiento en mis delirios? ¿La locura en mi realidad?


No hay comentarios:

Publicar un comentario