jueves, 26 de julio de 2012
Lienzo
El silencio es el lienzo de los sonidos. El espacio es el lienzo de las formas. El vacío es el lienzo de la realidad.
jueves, 5 de julio de 2012
In the pursuit of the everlasting flame
One of the world's most misleading and unfruitful ventures is to go for something with the inner hope that it will last forever. Such a search, though, may be guided through one of the most common sentiments embedded in the human soul: Eternity. But eternity cannot be obtained through action, it can only be acquired by stillness.
It is an appealing thought, to try and find a way to ignite an everlasting flame. A flame that will burn for as long as we live and, perhaps, even further still. A flame that will never come to an end. An infinite source of light and heat. Endless energy.
The usual mistake when trying to fulfil such a beautiful desire, is to forget that what gives meaning to burning flames is cold; that what gives light meaning is darkness; that what gives search a meaning is being lost. That's when the action of letting go through inaction becomes important.
In the pursuit of the everlasting flame, the time comes when one acknowledges that, although it is not possible to achieve an eternal source of comfort, it is perfectly possible to grow through the frustration of seeing the flames we have ignited fade over and over again. Then a simple, yet powerful truth at last becomes self evident—you cannot ignite an everlasting flame, but you can build a natural attitude towards letting go and starting as many flames as you may need, learning every time each goes out.
That force —though not permanent— can be everlasting.
It is an appealing thought, to try and find a way to ignite an everlasting flame. A flame that will burn for as long as we live and, perhaps, even further still. A flame that will never come to an end. An infinite source of light and heat. Endless energy.
The usual mistake when trying to fulfil such a beautiful desire, is to forget that what gives meaning to burning flames is cold; that what gives light meaning is darkness; that what gives search a meaning is being lost. That's when the action of letting go through inaction becomes important.
In the pursuit of the everlasting flame, the time comes when one acknowledges that, although it is not possible to achieve an eternal source of comfort, it is perfectly possible to grow through the frustration of seeing the flames we have ignited fade over and over again. Then a simple, yet powerful truth at last becomes self evident—you cannot ignite an everlasting flame, but you can build a natural attitude towards letting go and starting as many flames as you may need, learning every time each goes out.
That force —though not permanent— can be everlasting.
miércoles, 22 de febrero de 2012
Wisdom and knowledge
Wisdom cannot be gained through knowledge.
Wisdom and knowledge are opposites, like day and night.
To look for wisdom through knowledge is to run a race that cannot be run, like chasing a ghost.
To know wisdom is to get lost in complexity while trying to find simplicity.
The way of the wise is simple.
It embraces emptiness rather than accumulation.
It cannot be known, it can only be unknown.
It cannot be said, it can only be quieted.
Wisdom and knowledge are opposites, like day and night.
To look for wisdom through knowledge is to run a race that cannot be run, like chasing a ghost.
To know wisdom is to get lost in complexity while trying to find simplicity.
The way of the wise is simple.
It embraces emptiness rather than accumulation.
It cannot be known, it can only be unknown.
It cannot be said, it can only be quieted.
miércoles, 14 de diciembre de 2011
Desintegrar
Como si cualquier cosa, un millón y medio o más de pedazos reclaman independencia. Había escuchado que el todo está contenido en cada una de las partes que lo componen. Alguna parte de mí lo escuchó antes de hacerme pedazos.
Vi por ahí una estrella brillar, de noche. También vi la luna. Seguí una brisa marina estando en la ciudad, y cuando llegué al mar sentí la prisa de querer regresar. Y reventé. Qué sensación la de reventar en un millón y medio o más de pedazos, como si cualquier cosa, como si un juego.
Escuché por ahí un pájaro cantar, de día. Y me pregunté por qué cuando las cosas que hacen sonidos indescifrablemente parecidos a los que hacemos cuando sentimos tal y tal otra cosa creemos que la fuente del sonido siente tal y tal otra cosa. Como si humanos.
En la playa vi olas haciendo espuma.Vi también espuma deshaciendo olas. Pensé en lo que sube como la espuma y que termina siempre desapareciendo, convirtiéndose en un millón y medio o más de pedazos de un todo sin partes. Aire, que más bien recuerda a la nada.
Trataba. Esperaba que algo grandioso sucediera mientras me mantenía impávido. Fue sólo espuma.
Qué triste. Pensé en la ciudad mientras miraba al mar. Fue entonces cuando vi una estrella brillar. Y la luna. Qué triste no poder ser como el mar: nunca cansarme de aparecer y desaparecer estando siempre ahí. De hacer espuma y de ser infinito sin ser nunca el mismo. Fue entonces cuando escuché el canto del pájaro y no me permití pensar que estuviera expresando alegría: expresaba pajarez. En todo caso, expresaba pajarez. Me sentí pájaro y expresé mi propia pajarez silbando.
Luego toqué el mar. Permanecí dentro tanto tiempo que, cuando quise salir, tuve que convertirme en espuma.
Brillar en pedazos para encontrar la oscuridad. Silbar muy fuerte para sentir la comodidad del silencio que le sigue a la fuga vehemente de una idea que se escapa haciendo cualquier sonido. Porque, como la oscuridad, hay cosas para no ver; como el silencio, hay cosas para no entender.
Como si aire. Como si un pájaro cantara. Como si el mar se hiciera espuma y dejara de ser mar. Como si la espuma desapareciera. Como si no quisiera. Como si nada.
Vi por ahí una estrella brillar, de noche. También vi la luna. Seguí una brisa marina estando en la ciudad, y cuando llegué al mar sentí la prisa de querer regresar. Y reventé. Qué sensación la de reventar en un millón y medio o más de pedazos, como si cualquier cosa, como si un juego.
Escuché por ahí un pájaro cantar, de día. Y me pregunté por qué cuando las cosas que hacen sonidos indescifrablemente parecidos a los que hacemos cuando sentimos tal y tal otra cosa creemos que la fuente del sonido siente tal y tal otra cosa. Como si humanos.
En la playa vi olas haciendo espuma.Vi también espuma deshaciendo olas. Pensé en lo que sube como la espuma y que termina siempre desapareciendo, convirtiéndose en un millón y medio o más de pedazos de un todo sin partes. Aire, que más bien recuerda a la nada.
Trataba. Esperaba que algo grandioso sucediera mientras me mantenía impávido. Fue sólo espuma.
Qué triste. Pensé en la ciudad mientras miraba al mar. Fue entonces cuando vi una estrella brillar. Y la luna. Qué triste no poder ser como el mar: nunca cansarme de aparecer y desaparecer estando siempre ahí. De hacer espuma y de ser infinito sin ser nunca el mismo. Fue entonces cuando escuché el canto del pájaro y no me permití pensar que estuviera expresando alegría: expresaba pajarez. En todo caso, expresaba pajarez. Me sentí pájaro y expresé mi propia pajarez silbando.
Luego toqué el mar. Permanecí dentro tanto tiempo que, cuando quise salir, tuve que convertirme en espuma.
Brillar en pedazos para encontrar la oscuridad. Silbar muy fuerte para sentir la comodidad del silencio que le sigue a la fuga vehemente de una idea que se escapa haciendo cualquier sonido. Porque, como la oscuridad, hay cosas para no ver; como el silencio, hay cosas para no entender.
Como si aire. Como si un pájaro cantara. Como si el mar se hiciera espuma y dejara de ser mar. Como si la espuma desapareciera. Como si no quisiera. Como si nada.
miércoles, 7 de diciembre de 2011
Palabra, semilla y agua
El flujo salió del interior de una cueva maltratada por el paso del tiempo. Pero, una vez fuera, fue capaz de convertirse en agua cristalina. Tocó todo cuanto a su alrededor estaba, permitiendo que las montañas se revistieran del verde que tanto extrañaban mis ojos.
Había pasado mucho tiempo en silencio; sin embargo, el verde fue suficiente para permitir que del interior de mi propia cueva, quizás también maltratada, emanara un dicho penetrante que también me haría reverdecer. "Todo emana del centro", dije. "Y, aunque el interior pueda desgastarse, el agua siempre encuentra su caudal".
Sobre la orilla del río, dejé que mis pies hicieran contacto con la corriente. Poco a poco fui adentrándome más y más. El agua que mojaba ahora mi propia semilla, sabía, me encontraría más verde la próxima vez que nos viéramos. Salí entonces y me dispuse a dar un sorbo de ese líquido que de algún lado venía y que hacia algún lugar —no importaba cuál— fluiría.
Había pasado mucho tiempo en silencio; sin embargo, el verde fue suficiente para permitir que del interior de mi propia cueva, quizás también maltratada, emanara un dicho penetrante que también me haría reverdecer. "Todo emana del centro", dije. "Y, aunque el interior pueda desgastarse, el agua siempre encuentra su caudal".
Sobre la orilla del río, dejé que mis pies hicieran contacto con la corriente. Poco a poco fui adentrándome más y más. El agua que mojaba ahora mi propia semilla, sabía, me encontraría más verde la próxima vez que nos viéramos. Salí entonces y me dispuse a dar un sorbo de ese líquido que de algún lado venía y que hacia algún lugar —no importaba cuál— fluiría.
miércoles, 26 de octubre de 2011
Planeta
Un sábado en el que supuestamente llovería me di cuenta de algo asombroso. No llovió. Fue la claridad de la neblina que cubría la ciudad mientras viajábamos en el coche hacia la montaña.
"Mira", le dije. "La ciudad se ve nublada, pero no llueve".
En la radio sonaba cualquier canción. Le permitía poner un pretexto para disfrutar de la vida con plenitud. No lo necesitaba, en realidad, pero la radio estaba encendida. Bailaba y me decía que la ciudad se veía hermosa. "Mira", me dijo con una sonrisa. "La ciudad se ve hermosa".
Al enfocarme en las nubes, supuse que todo, a través de sus ojos de un discreto color miel, se veía hermoso. Supuse que por eso bailaba. Supuse que por eso no llovía, aunque se suponía que ese día llovería. Supuse que éramos del mismo planeta. Me imaginé una historia increíble.
"Somos del mismo planeta", me dijo. "¿Por qué no sonríes?"
No sonreía porque me costaba aceptar que la realidad pudiera ser dulce. Delicada e inexplicablemente dulce. No sonreía porque no estaba acostumbrado a creer que la realidad pudiera tener un sabor distinto al amargo. Pero en vez de decir cualquiera de esas cosas y hacer que lloviera en el sábado en que supuestamente llovería, abrí la boca sólo para mostrar una sonrisa. Sol, en vez de lluvia.
Bailamos los dos y nos asombramos de lo bonita que se puede ver una ciudad nebulosa. Un lejano recuerdo de nuestro planeta.
"Mira", le dije. "La ciudad se ve nublada, pero no llueve".
En la radio sonaba cualquier canción. Le permitía poner un pretexto para disfrutar de la vida con plenitud. No lo necesitaba, en realidad, pero la radio estaba encendida. Bailaba y me decía que la ciudad se veía hermosa. "Mira", me dijo con una sonrisa. "La ciudad se ve hermosa".
Al enfocarme en las nubes, supuse que todo, a través de sus ojos de un discreto color miel, se veía hermoso. Supuse que por eso bailaba. Supuse que por eso no llovía, aunque se suponía que ese día llovería. Supuse que éramos del mismo planeta. Me imaginé una historia increíble.
"Somos del mismo planeta", me dijo. "¿Por qué no sonríes?"
No sonreía porque me costaba aceptar que la realidad pudiera ser dulce. Delicada e inexplicablemente dulce. No sonreía porque no estaba acostumbrado a creer que la realidad pudiera tener un sabor distinto al amargo. Pero en vez de decir cualquiera de esas cosas y hacer que lloviera en el sábado en que supuestamente llovería, abrí la boca sólo para mostrar una sonrisa. Sol, en vez de lluvia.
Bailamos los dos y nos asombramos de lo bonita que se puede ver una ciudad nebulosa. Un lejano recuerdo de nuestro planeta.
lunes, 5 de septiembre de 2011
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