domingo, 27 de marzo de 2011

La tarde de un día nublado

En la tarde de un día nublado regreso con cierto temor. Tal vez por eso aún me sienta lejos. Pero regreso, al ritmo de dos miligramos y medio, regreso.
Y sé ahora que hay edad para irse y que hay edad para estar. Que hay edad para los sueños y que hay edad para viajar. Para hundirse en lo más profundo, también para salir y navegar. Hay una edad para guardarse, y hay una edad para jugar. Para despertar sintiendo miedo, para despertar sin poder gritar. Para la caja más pequeña y para la caja de siempre pensar.
Hay edades infantiles, y hay edades con seriedad. Hay una edad, una sola, para sentarse, para ver para atrás y para adelante y decir: todavía me queda mucho, y ya tengo edad para empezar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario