lunes, 31 de enero de 2011

La caja más grande (o de cómo cualquier pretexto es bueno para no hacer una tesis)

Vamos por partes para no perdernos. Sucede que necesito, o quiero, o tengo, o, simplemente, voy a titularme. Pronto. De manera inminente. Inevitable. Inexorable. Y, al tiempo que ubico el nivel de pensamiento sobre el que se encuentra mi bloqueo, ubico cualquier cantidad infinita de problemas, de problemas propios y extraños; de problemas, sobre todo, distintos al original.
Entonces, se trata de desgajar la naranja (pero ése es sólo un pretexto). Se trata de identificar la fuente de la cerrazón (pero ése es también sólo un pretexto). Se trata, en realidad, de sacudir una pretextudísima hueva de haber estado echado mucho tiempo. Nada más.
Pero iré por partes: me digo más seguido de lo que resultaría saludable que no puedo. Con la hueva, con los problemas del mundo, conmigo. Pero es sólo un último pasito, pequeño, diminuto, nimio, el que me falta.
Bien, resulta que, aunque duela, conozco la solución. Cerrar cajas, agujerarlas en sintonía (decía que iba a ir en orden y ya estoy hablando de cosas que ni yo entiendo: pausa explicativa).
Una caja es un modo de ver la vida, un espacio para meter todas las explicaciones que le dan sentido a una realidad específica. Sí, hay realidades específicas (niveles, pues), en verdad; no lo digo como método de distracción, lo digo con sinceridad. Una célula, por ejemplo, está hecha de moléculas. Y hay moleculólogos que estudian esa realidad, y celulólogos que estudian la siguiente. Y tejidólogos que estudian la siguiente. Creo que la idea es clara. Bien, siempre me he trazado objetivos que tienen que ver con encontrar cajotas, grandes y pesadas, grandes e irresolubles. Una célula es a una molécula lo que "encontrar el sentido de la vida" es a decidir si comer carne o vegetales, por ejemplo. Creo que la idea es clara.
Entonces sí. Hablaba de que para resolver este problema fundado en la flojera de moverse (flojera patrocinada, como cualquier vicio, por la práctica) necesito agujerar varias cajas en sintonía. Me explico: tengo una condición, me cuesta trabajo creer en mí mismo; tengo otra, me cuesta creer en los demás, y otra, creo que el mundo, por la irresponsabilidad de los más débiles, poco a poco se acaba. ¿Y en qué espacio, dentro de esas tres cajas, encaja mi quehacer de la tesis? No sé, pero sé que tengo aún otra condición, me gusta darle demasiadas vueltas a las cosas antes de enfrentarlas.
Hablaba, entonces, de agujerar varias cajas en sintonía. Mi percepción de la vida (para no empezar muy lejos, caja uno). La percepción de las personas que más quiero de la vida (caja dos). La percepción de mi familia de la vida (caja tres). La percepción de mi comunidad de la vida (caja cuatro). Y ya, para tampoco terminar muy lejos. ¿En qué espacio encaja mi quehacer de la tesis?
Creo que tengo una habilidad extraordinaria para hablar mucho de nada. Y para inventar pretextos y no hacer las cosas que, en realidad, quiero hacer.
El agujero sintónico que ha de dar luz al escurridizo quehacer que busco tiene que ver con la presión a la que me acostumbré para terminar lo que empezaba. Ya empecé con la tesis, pues, pero no hay nada suficientemente presionante para terminar, ni yo mismo. Es hora de voltear a ver una nueva caja, o una nueva realidad, o una nueva forma de ver el mundo: a veces es necesario aprender a guiarse no tanto por los posibles efectos negativos de nuestro dejar de hacer, sino por los positivos de nuestro hacer.
Más allá de la molécula, o de la célula, o del tejido. Más allá de mis problemas internos, o de los externos, o de los del mundo. Se trata de enfocar toda la energía en un solo lugar, de ignorar, aunque sea de manera temporal, cualquier caja que estorbe. Suspenderme en el tiempo unos segundos (que si el tiempo se detiene lo mismo pueden transformarse en horas o en días) y aletear aunque me duelan las alas de la realidad, por nunca haberlas, hasta ahora, utilizado.
Ya después regresaré a contemplar lo que he hecho, pero viendo hacia atrás, viendo al pasado. Y, aunque quizás desestime el esfuerzo, sabré que el sacrificio abre puertas y cierra cajas.

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