Contra todo pronóstico, pronostico lluvia.
De la que emana del corazón, pues.
De la buena.
De la que emana de la punta de los dedos de las manos cunado
éstas no se lo piensan demasiado y dejan el alcohol fluir.
Solo por volver a ver la tinta de impresión etérea en una
fecha que, muchos días (¿años?) después de hoy, me verán para atrás como un
entrañablemente amoroso bicho raro y desaparecido.
Porque nunca somos lo mismo, ni el mismo, de acuerdo con el
filósofo griego que se bañaba de vez en cuando en un río, sin ser él el río, ni
el río él, ni él él ya, ni el rio el rio tampoco.
Ejercicio de escucha intempestiva en tiempo pasado.
Nostalgia del “ya te fuiste y sabemos que nunca vas a regresar”.
A los viajeros en el tiempo los matan con la lápida de los
años.
Nos iremos también, entretanto.
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